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Agilmark - Patentes & Marcas

11 Jun

LAS PATENTES DEL GENOMA OCEÁNICO

La vida no se puede patentar. Es un hecho incuestionable. Ningún ser humano puede tramitar una patente que afecte a otro organismo vivo, que ya exista, que ya viva o en definitiva, que ya esté ‘inventado’. Nadie puede ‘patentar’ una nueva camada de crías que su perro o gato esté gestando para así ‘proteger’ su existencia con ánimo, por supuesto, de lucro. Pero aunque todavía exista una cuestionable legalidad en este sentido, sí se puede patentar una secuencia genética. Así lo afirma Robert Blasiak, investigador principal del Centro de Resiliencia de Estocolmo cuyas principales investigaciones giran en torno al desarrollo sostenible: “En muchos países está permitido registrar patentes sobre secuencias genéticas, en otros como Australia o Estados Unidos se necesita una invención adicional, entonces se patenta un proceso concreto en el que interviene una secuencia genética ‘x’”

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Un ejemplo sería el proceso de una síntesis biocombustible en el que determinada porción de ADN de un organismo vivo participa de forma imprescindible. En casos así, tanto el proceso como la secuencia genética pueden ser patentados, según Blasiak. 

Pese a que para el 100% de los oceanógrafos consultados la variedad genética de los océanos debería ser patrimonio de la humanidad ya existen secuencias genéticas de unas 900 especies sujetas a patentes internacionales. 

El estudio que reúne al propio Robert Blasiak y a otros muchos colegas respecto a este tema puede encontrarse en la web de investigación científica Science Advances donde se aborda en profundidad. El grupo de científicos ha encontrado patentes internacionales que otorgan derechos exclusivos a sus propietarios de alrededor de 13.000 secuencias genéticas que pertenecen a unas 860 especies marinas tipificadas. Algunas de ellas comprenden especies que abarcan desde la anguila hasta el cachalote o la mantarraya pasando por microorganismos, las cuales conforman algo más del 70% de estas patentes. 

Entre diversas corporaciones privadas (84%), universidades (12%) e institutos u organismos públicos (resto), se repartirían estas patentes. Por países, una decena controla el 98%, entre ellos Japón, Estados Unidos y Alemania quienes, tan solo ellos, poseen el 49% de las patentes del mar. Esto es casi la mitad de los derechos sobre las secuencias genéticas de las especies descodificadas en los océanos. La empresa detrás de esta gran porción es la compañía química alemana BASF. 

El posicionamiento de la comunidad científica está dividido entre quienes creen que la patentabilidad del mar y sus genes no alberga ningún mal trasfondo y quienes opinan que ante estas cuestiones los océanos pierden el carácter de patrimonio de la humanidad que debería tener. En cualquier caso y al margen de la no deseable monopolización en manos de unas pocas empresas, estas patentes tienen un brillo que se traduce como indicador de investigación, desarrollo y progreso por sus infinitas aplicaciones potenciales. 

La ONU pretende iniciar en septiembre una nueva convención sobre aguas internacionales donde la cuestión mayor girará en torno al genoma de los mares.